sábado, 12 de septiembre de 2020

TRANSPARENCIA, INFORMACIÓN PÚBLICA Y FISCALIZACIÓN A LA SAZÓN PERUANA

Solicitud de acceso a la información pública ante el Ministerio de Trabajo. Año 2019


La acción de fiscalizar es el trabajo por excelencia de un ciudadano responsable, es no dejar que la mala administración haga de las suyas y jorobarla de vez en cuando con solicitudes, poner en jaque a funcionarios fuleros que creen que pueden hacer de su oficina a cargo una agencia de empleos o de los recursos asignados un botín, convertir una gestión en una digestión (de recursos) sea individual o en banda, o hacer del delito un hábito que pase inadvertido. Tantas aristas de la corrupción.

Lo cierto es que el arma para combatir en primera instancia y en un Estado de derecho a los enemigos de la ley es la fiscalización. Esta es llamada por el Tribunal Constitucional como capacidad fiscalizadora y es descrita como una actividad de la población que se hace "a fin de controlar a los funcionarios y servidores públicos, idea centra o nuclear del sistema democrático" (STC. N.° 02814-2008-PHD/TC).

Puedes poner a prueba tus conocimientos sobre la ley de transparencia y acceso a la información pública tomando este examen.

En fin, es una obligación irrenunciable y quizá resulte apasionante para algunos locos como yo, pero sin duda es un ejercicio con el que podemos medir la guerra democrática contra la corrupción. Mientras más se fiscaliza menos chances les damos a los malos de los sillones municipales o de los ministerios, por citar casos prácticos, de echar a andar sus fechorías. La burocracia tiembla ante una ciudadanía que bombardea con solicitudes de transparencia y contraataca a la indiferencia (del gobernador) con peticiones bien formuladas.

Puede que almacenar documentos termine siendo un laberinto o la exportación de una pesadilla a la realidad porque la excesiva cantidad de información puede engordar la agenda. Pero hay que tomar esto como una barra de pesas a la cual vamos dominando de a pocos a la par que robustecemos a ese detective incipiente o empírico que llevamos dentro. Pues uno se va formando involuntariamente como investigador, se genera un apetito por seguirle la huella a los expedientes y armarlos como si fueran un rompecabezas. 

A la mano tenemos la normativa ordenada para ofrecerla al público lector y así pueda repasar la receta de la transparencia tanto en el sector público como en el sector privado.

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